martes, 9 de junio de 2015

Esa noche, los dos comimos del mismo cuerpo. Los restos de piel que cayeron sobre la alfombra nunca se secaron. Todavía los veo brillando en la oscuridad del comedor, multiplicando los tonos metálicos de la ciudad. Hoy me desperté y volví a sentir el cuerpo como un bisturí. Las noches pasan, las ciudades se apagan, pero el hambre nunca se va.

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