Trajimos a la virgen
la sentamos en un banquito
y la peinamos delicadamente
desenrollando cada rizo de porcelana
para que pueda sentir una vez más
su cabellera al viento
una gota de adrenalina sobre la nuca
la exuberancia femenina.
Santa
resucitada del mármol
niña convertida en sierva
ahora un animal oscuro
al calor de nuestras manos
el milagro sofocado
dos ojos secos y hundidos
diminutos
espejos de nuestro secreto.