suena en mi cabeza
cómo una música
que ya no puedo dejar de
bailar
por más que trate de
cortar el ritmo
el cuerpo terco
siempre vuelve a la
memoria
primero un brazo
después los hombros
más tarde las piernas, la
cadera
el corazón
todo se acomoda nuevamente
en esa melodía pegadiza
los movimientos justos
las palabras precisas
los deseos repetidos como
notas
muertos sobre el
pentagrama
de una interminable
partitura.
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